Siento resentimiento. Cuando alguien me trata mal y no se disculpa o tal vez cuando las cosas no salen como yo quiero, siento este ardor en mi pecho. ¿Sabes a qué me refiero? Ese momento cuando piensas en la persona que te hirió y le deseas el mal.
Me puedes preguntar, pero ¿qué hay de malo con el resentimiento? La persona que me hizo daño debería sentirse mal por lo que me hizo. Así que voy a enojarme más con la persona porque así la persona borrará lo que me hizo y ya no sentiré dolor.
He estado en el mismo lugar. Tomando mi propio veneno esperando que la otra persona muera.
Esta estrategia nunca funciona y nos cierra a probar cosas nuevas. Por estar resentidas no podemos sentir felicidad. El enojo, frustración y resentimiento es una emoción humana, pero cuando lo sostenemos por mucho tiempo se vuelve un ancla y nos impide crecer. Porque adonde quiera que vamos lo cargamos.
Lo cargamos en nuestra relación con nosotras mismas. Creemos que al infringirnos dolor nos estamos protegiendo. VUELVE A LEER. Creemos que al infringirnos dolor nos estamos protegiendo. Si tu pareja te dijera que te esta lastimando para protegerte, sabemos instantáneamente que es un abuso, pero al tratarnos a nosotras mismas así creemos que es normal.
Imaginate a la persona a la que le guardas rencor, imagina su cara, lo que te dice o lo que te hizo. Ahora imaginalo como un bebé. Un bebé que vino al mundo con inocencia y que quería ser valorado, amado, reconocido y sentirse especial. Pero alguien lo lastimó y desde entonces la persona no ha podido perdonar por temor a que lo lastimen otra vez.
Empatiza con quien te lastimo y agradece que tu tienes ayuda y eres consciente de tí misma, que no estas sola.
Como toda sanación es un proceso que viene en capas. Cuando me imaginé la cara de una persona que me hizo daño y lo imagine como un bebé que sufrió abandono pude ir un poquito más adentro de mi y liberarme de mi abusador con compasión. No para él, pero para mi.
Kiriosa